La adolescencia es un período lleno de cambios, tanto a nivel físico como emocional. Para muchos jóvenes, este es un momento de intensas vivencias que, si no son comprendidas o gestionadas adecuadamente, pueden llevar a una desregulación emocional significativa. Esta desregulación, que se manifiesta como la incapacidad de manejar emociones de manera efectiva, tiene raíces profundas en la historia personal de cada individuo, particularmente en la calidad de la contención emocional recibida durante la infancia.
La Infancia y la Contención Emocional: El Papel del "Holding" y "Hanting"
En los primeros años de vida, el niño depende completamente de sus cuidadores para regular sus emociones. Este proceso, conocido como "holding" (sostén) y "hanting" (contención), es crucial para el desarrollo de la capacidad de autorregulación emocional. Un entorno en el que las emociones del niño son reconocidas, validadas y contenidas de manera adecuada, permite que el niño desarrolle una sólida capacidad para manejar sus propias emociones en el futuro.
Sin embargo, cuando esta contención emocional es insuficiente o inconsistente, el niño puede crecer sin la habilidad de identificar y gestionar sus emociones de manera saludable. Esta falta de conexión entre la figura primaria (padres o cuidadores) y las necesidades emocionales del niño establece una base inestable, que puede manifestarse con mayor intensidad durante la pubertad y la adolescencia.
La Adolescencia: Cambios Neurológicos, Biológicos y Conductuales
Al llegar la adolescencia, el cuerpo y el cerebro del joven experimentan una serie de transformaciones significativas. Los cambios hormonales y neuronales de esta etapa no solo impactan en el desarrollo físico, sino también en la manera en que se experimentan y procesan las emociones. La adolescencia se convierte así en una etapa caracterizada por una conducta emocional intensa y cambiante. Muchos adolescentes luchan por entender qué es lo que están sintiendo, por qué lo sienten o para qué sirven esas emociones.
Este periodo de vida, cargado de incertidumbre emocional, puede llevar al adolescente a aislarse, volverse más introvertido y buscar actividades e intereses que antes no eran relevantes. La desconexión con el mundo que les rodea, combinada con la búsqueda de nuevas experiencias, puede ser un reflejo de una necesidad de llenar un vacío emocional que no fue atendido adecuadamente en la infancia.
Conductas Desafiantes y la Búsqueda de Sensaciones
Una de las características más notables de la adolescencia es la propensión a conductas desafiantes y la búsqueda de sensaciones intensas. La dificultad para tolerar la frustración, junto con una baja evitación del daño, lleva a muchos adolescentes a involucrarse en conductas de riesgo. Estas pueden incluir desde el consumo de drogas y autoagresiones hasta comportamientos impulsivos como compras desmedidas, juegos sin límite, y una sexualidad precoz.
Estas conductas, que a menudo son vistas como rebeldes o irresponsables, pueden ser en realidad intentos desesperados por sentir algo con mayor intensidad, por llenar un vacío emocional que no ha sido resuelto. La falta de claridad en cuanto a sus propias emociones y la necesidad de experimentar sensaciones fuertes son señales de una desregulación emocional que tiene raíces profundas.
El Rol del Adulto: Monitoreo y Acompañamiento
En este contexto, el papel del adulto o la figura significativa en la vida del adolescente se vuelve crucial. Un monitoreo cercano y un acompañamiento constante pueden marcar la diferencia entre un adolescente que logra encontrar su camino y uno que se pierde en la búsqueda de sensaciones y emociones extremas. La presencia de un adulto que pueda ofrecer contención emocional, incluso cuando el joven parece rechazarla, es fundamental para ayudar al adolescente a navegar esta etapa compleja.
En resumen, la desregulación emocional en la adolescencia no es un fenómeno aislado, sino que está profundamente conectado con las experiencias emocionales de la infancia. Entender este vínculo es esencial para proporcionar el apoyo necesario a los adolescentes que luchan por encontrar equilibrio en un mar de emociones intensas y cambiantes. La clave está en ofrecer una presencia constante, un sostén emocional y una guía que les permita desarrollar la capacidad de contener y regular sus propias emociones en el camino hacia la adultez.
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Fuente: Andrea Serrat